Grieta de selección: la frialdad entre Menotti y Scaloni y qué piensa Tapia
RÍO DE JANEIRO.- Serpentea el bus por una ruta sinuosa. Ya dejó atrás la avenida Ayrton Senna, ahora le esperan unos 600 metros de un camino de tierra y poceado hasta llegar a la puerta de ingreso del flamante predio de Fluminense, en Jacarepaguá, un barrio que alguna vez tuvo un circuito de Fórmula 1 y ahora es una ventana por la que se observa Cidade de Deus, una de las favelas más populosas de Río. No es un tour de esos que los extranjeros más intrépidos gustan hacer aquí, para conocer las profundidades de la ciudad, la cara que no da al mar: es la selección argentina la que viaja hacia el lugar de entrenamiento que la Conmebol le ofrece aquí. Sentado adelante, como siempre, va Claudio Tapia, el presidente de la AFA; unas butacas más atrás, Lionel Scaloni, el resto del cuerpo técnico y los jugadores. Cuando bajan todos, no hace falta que el conductor revise si alguien se quedó dormido: por más que busque y busque, no encontrará en ningún asiento a César Luis Menotti.
La relación entre el coordinador general de las selecciones nacionales y este variado grupo de personas puede graficarse con el cuentakilómetros: hay tanta distancia como la que separa las playas cariocas de Buenos Aires. Allí, como desde el domingo 9, cuando el avión partió de Ezeiza, permanece Menotti. La infección urinaria que sufrió, aseguran todavía hoy sus allegados, es la causa de su ausencia en la Copa América. Un argumento que no alcanza para explicar por qué su diálogo con Scaloni está cortado. "No se hablan, él prefiere escribir en los diarios", ironiza un integrante de la delegación argentina en el lobby del Hilton de Barra de Tijuca, después del entrenamiento del miércoles. Una afirmación al oído que se contrapone con la justificación pública que dibujó el técnico antes del partido contra Qatar: "No hay debate sobre este tema, estamos en contacto siempre", había dicho, con lógica diplomacia.
Una semana atrás, Menotti escribió en su habitual columna del diario catalán Sport: "Si sospechamos que vamos a encontrar los resultados a través de la aventura mágica de algunos futbolistas, no va a ser así". El párrafo hizo ruido más por la falta de sentido de oportunidad más que por el contenido: el exentrenador no repara en que ahora está del lado de adentro de la selección, y que es en ese entorno donde debería volcar sus opiniones. Lo que escribe, aducen aquí, es lo que en todo caso debería conversar con los protagonistas y ya no a través de la prensa. Y si fuera cara a cara, tanto mejor. Tal vez por ese antecedente ahora esperaban ansiosos su nueva nota de esta semana; Menotti gambeteó para el lado de Neymar, al que aconsejó que siguiera otro ejemplo. "Debería fijarse en Leo Messi, el más grande, el mejor, que lleva su vida con la normalidad propia de un chico que juega en Segunda División", le sacó el cuerpo esta vez a la Argentina...
El juego de las diferencias
Scaloni, como cabeza de grupo, sabe que no estaría donde está si Menotti hubiera asumido antes. Y que nada le asegura su continuidad una vez concluido el torneo, ni siquiera que la selección enhebre tres victorias consecutivas y levante la copa en el Maracaná el domingo 7 de julio. Entiende que esas son las reglas del juego, y que él es el técnico de la selección por una insólita alineación de planetas... Pero sí cree que merece un trato que muchas veces no recibió. Por ejemplo, más de una vez, para charlar con Menotti, él, Ayala y Samuel debieron ir a un café del señorial Patio Bullrich, un shopping de Recoleta, donde el hombre suele recibir visitas y dar entrevistas. El predio de Ezeiza es un espacio que frecuentó con cierta asiduidad recién en los días previos a este viaje, cuando aparecieron los jugadores. Fue entonces que se saludó por primera vez con Messi en su vida y vio entrenar a Scaloni, una condición que manifestó debía ocurrir para analizar el trabajo del DT.
Aquel puñado de entrenamientos y lo que ve por televisión será entonces el material del que disponga Menotti para hacer la evaluación final. No podrá poner en sus apuntes ninguna línea sobre la selección local, una idea suya que funcionó de maravillas en 1974, cuando asumió como DT y fue detectando jugadores en distintas provincias, que en algunos casos fueron parte del título mundial del ‘78. Tanto lo desvelaba el asunto, impracticable con los calendarios actuales, que les insistió a Scaloni y Tapia para que lo motorizaran. La negativa de los clubes tuvo un efecto doble: contrarió a Menotti y le hizo sentir a Scaloni que había perdido tiempo y energías en algo en lo que ni siquiera creía.
A esta altura, nadie de la delegación se anima a decir que habrá una foto del manager el viernes en el Maracaná, cuando jueguen Argentina y Venezuela: "Ya nos quemamos cuando dijimos que iba a estar en Salvador, Belo Horizonte y Porto Alegre", aceptan en el hotel. En cambio, ven por las redes sociales a Menotti en lugares, como si fuera un meme: tomando un café con Cristian Nasutti, el exfutbolista de River, u ofreciendo una entrevista a un canal de TV. "Mi proyecto empieza después de la Copa América", le dijo cinco días atrás a Fox Sports, para distanciarse todavía más de este momento. Lo dijo en la misma cadena en la que trabaja Oscar Ruggeri, otro viejo referente: "No me vengan con versos y ayuden a la selección de verdad. No se la quieren jugar para no mancharse. Dale, hay que mancharse. Hay que estar junto a Scaloni y ayudarlo", lo cruzó el campeón del mundo en México ‘86. Ruggeri, que está en Río de Janeiro, no teme decir públicamente que quiere el cargo de Menotti.
A esta tensión silenciosa le faltan capítulos. Hasta ahora, Claudio Tapia eligió no pronunciarse sobre el asunto. Pero ya mastica que aquel movimiento que hizo en enero –la designación de Menotti– no le trajo los beneficios esperados. Lejos de cerrar filas y ponerse espalda con espalda contra el mundo, Menotti sigue transitando sus caminos de siempre: comenta la realidad desde afuera, aunque nominalmente ahora esté adentro. "Menotti es la biblioteca del fútbol", lo definió en febrero, cuando la cercanía táctica era flamante.
Cuatro meses es una vida en el mundo del fútbol. Aquella expresión nació mucho antes de que el bus de la selección se estacionara de regreso en el hotel, de vuelta de la práctica. Baja Messi, baja Scaloni, baja Tapia, mientras el termómetro de Río se clava en 34. Un plano de TV podría dividir la pantalla en dos: Menotti, en Buenos Aires, toma café para pelearles a los 2 grados del invierno. Es el día más frío del año.
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