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Copa América. Ni salvador ni hombre récord: Messi se saca la mochila y sale a jugar
SALVADOR DE BAHÍA, Brasil.– Llora Washington. Sostiene como puede a Lionel con su brazo izquierdo porque con la mano derecha necesita secarse las lágrimas. Está parado a diez metros del portón lateral del estadio de Vitoria por el que acaba de salir el bus que lleva a la selección argentina. Llora Washington con la camiseta número 10 de Barcelona y la palabra Messi escrita en la espalda porque desde una ventanilla, el original –el motivo por el cual su hijo de tres años se llama como se llama– le regaló una sonrisa y un saludo. Washington, que este sábado estará en el estadio, representa un costado curioso de este país, el máximo rival histórico de la Argentina: son mayoría los brasileños que aman a Messi. Se palpa en el calor agobiante de Pelourinho, el centro histórico de esta ciudad: "Messi, porque es un profesional", explicó uno de los tantos bahianos que lo eligieron por encima de Neymar en un juego que les proponía un canal de TV local.
"Me van a tener que seguir aguantando", dijo el capitán de la selección hace dos meses, convencido de que insistir es lo único que tiene sentido seguir haciendo. Es extrañamente nuevo verlo aquí rodeado de jugadores a los que está conociendo cada día, en cada entrenamiento. Ninguno de sus 22 compañeros tenía esta camiseta puesta el 28 de junio de 2007, cuando él debutó en la Copa América de Venezuela, la primera de las cuatro que jugó. Aquella noche, su melenita llevaba el número 18 en Maracaibo, en la goleada por 4-1 a Estados Unidos. Ese torneo marcó el primero de los tres subcampeonatos que acumula en la Copa... Remontarse tan lejos sirve para marcar diferencias: cinco de los titulares que saldrán al césped del Arena Fonte Nova a enfrentar a Colombia –Saravia, Pezzella, Lo Celso, Rodríguez y Paredes– debutarán en un torneo internacional con la Argentina. El dato, uno entre tantos, ilustra el perfil de renovación que pinta a un equipo que no luce como el candidato que siempre suele ser.
En cierto sentido, para Messi también este es un tiempo nuevo. Elige correr al equipo del lugar de protagonista, en el que pone únicamente a Brasil. Intenta transitar este torneo desde un lugar expectante, sin la carga de presión por conseguir el título que le permita consagrarse por primera vez en la selección. Que se interrumpan los 26 años que pasaron desde el último festejo argentino en un torneo oficial –la Copa América Ecuador ‘93– no puede depender de él. Pero desde que tomó por decantación el rol de estrella del equipo, nunca pudo convivir sanamente con esa idea. "Tenemos que sacarnos la mochila y tirarla. O llevarla vacía", encontró la metáfora Scaloni para hablar de lo mismo en la conferencia de prensa de presentación del duelo con Colombia.
Al DT más joven del certamen lo obsesiona la reacción que tienen los demás cuando el 10 baja su cabeza en un partido: observa que si Messi se cae, los demás también. Pretende que ese efecto cadena se corte, y que si el capitán se abstrae en un tramo del juego, los demás saquen la cara por él. Un proyecto complejo de llevar adelante con tantas caras nuevas. O tal vez no. "Hay que ver cómo se llevan con él", descubrió el DT, "parece que se conocieran de toda la vida. Los argentinos somos así", graficó ante un auditorio colmado. En la mesa larga de las comidas en el hotel, esa sintonía de renovación se advierte en la convivencia de Messi con Rodrigo de Paul, un bromista, y también con Paulo Dybala, por ejemplo, uno de los que antes miraba desde lejos la mesa de los históricos. Tampoco eso existe: donde había mesas redondas ahora hay una alargada donde caben todos.
El líder del equipo y el entrenador coinciden en que el camino a la victoria debe empezar por montar una buena estructura defensiva. Ser sólidos, disponer de un equipo corto. El técnico tiene claro cómo quiere explotar al mejor futbolista del mundo, ideas que exploran en las prácticas: que los compañeros lo busquen siempre que se acerque al área, pero no tanto cuando se aleja. "Que se animen a no darle el pase", explican desde la concentración. Trabajan para que la línea de pase se active desde tres cuartos de cancha, una tarea que entendió muy bien Lo Celso en el amistoso ante Nicaragua: lo buscó nueve veces, más que a ningún otro compañero.
Messi llegó por primera vez a esta ciudad con varios signos más: de los 276 inscriptos, es el futbolista que más goles anotó (8) y más partidos jugó (21) en la Copa América; y el que más presencias tiene en general (130) y tantos (67) en una selección. Números que a él no le interesan, no repara en ellos: "Nunca miro mis goles", contó poco antes de partir de la Argentina hacia a esta nueva aventura con la camiseta de la selección. Aquí está, 4.369 noches después de aquella experiencia iniciática en Venezuela, dispuesto a empezar de nuevo. Aunque no sea el mismo. Espera por la llegada de Antonela, Thiago, Mateo y Ciro, su familia, que lo acompañará en los partidos de la Copa. Como las lágrimas felices de Washington y su Lionel.
Insiste Messi, porque no entiende otra manera. Lo sigue una nueva generación, la que creció mirándolo en la TV y ahora aprende a descolgar su póster y pedirle un mate.
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