Con setenta y cuatro cumbres, el guía mendocino Lito Sánchez ostenta el récord mundial de más ascensos al Aconcagua (6960 msnm), el coloso de América. Además, es el primer argentino en lograr dos ochomiles del Himalaya: el Dhaulagiri, de 8167 m y el Cho Oyu, de 8201 m.
A los 23 años Lito Sánchez subió a la cumbre del Aconcagua por primera vez. Transcurría 1983, y partir de entonces regresó muchísimas veces más, primero de forma deportiva y posteriormente como guía de montaña, acompañando a distintos grupos a realizar su sueño. Hoy, con setenta y cuatro cumbres en su haber, ostenta el récord mundial como la persona que más veces subió hasta el techo de América.
"Con el Aconcagua tengo un vínculo muy significativo. A través de los años he vivido experiencias muy bonitas, y continúo yendo cada verano con el mismo respeto y admiración de siempre. Tengo mucha conexión y gratitud con el Aconcagua, y siempre agradezco a la montaña por permitirme entrar a su reino", cuenta Sánchez desde Godoy Cruz, Mendoza, donde pasa la cuarentena.
Sánchez nació en 1957, en Vistalba, Lujan de Cuyo, una zona rural donde se crió entre viñedos con el marco de las montañas al Oeste. Si bien pasó por diferentes oficios, desde ya hace muchos años comenzó a trabajar en la Escuela Provincial de Guías de Alta Montaña y Trekking de Mendoza, que fue la primera institución de formadores de guías de montaña del país, donde continúa desempeñándose como docente de la tecnicatura de guía de montaña. Los veranos trabaja en el Aconcagua llevando grupos, y el resto del tiempo lo dedica a… ir a la montaña por su cuenta, con sus amigos, para disfrutar de la naturaleza.
El camino hacia la primera cumbre fue de menor a mayor. Se inició a los 20 años en la Precordillera, luego siguió la cordillera Frontal, montañas de 4 mil y 5 mil metros, hasta llegar a las más altas y exigentes por arriba de los 6 mil metros, que requieren mayor experiencia y conocimientos. Enseguida, Sánchez quedó impactado por esos lugares que había visto desde siempre, pero aún no conocía en profundidad y experimentó una conexión inmediata con la montaña y su entorno.
"La montaña es un mundo fascinante que ofrece muchísimas posibilidades de explorar, de transitar y de encontrar allí un estilo de vida. Con el tiempo esa motivación perduró en mí, encontré un sentido a lo que estaba haciendo, un mundo de disfrute en un ambiente natural. Eso sí, para que eso sea disfrutable primero hay que sentirlo y prepararse tanto física como mentalmente, porque la montaña también tiene su lado hostil. Entonces hay que ir con todos los conocimientos para poder acercarse a ella y pasarla bien", advierte.
Su actividad se centró no sólo en Mendoza, sino también en muchas provincias del país y también en el extranjero. En el norte argentino subió seismiles por Catamarca, Salta, Jujuy; algunos cerros en Tucumán, San Juan, La Rioja; algunas montañas en el Sur y hasta en Buenos Aires, donde hizo ascendió cerros en Ventana. En el exterior escaló en la Cordillera Blanca de Perú y en la Cordillera Real de Bolivia y algunas montañas de los Alpes, en un período que vivió en Suiza. En el 93 hizo cumbre en el Monte Kilimanjaro, al noreste de Tanzania (África) y en 2000 subió el monte Elbrús, en el Cáucaso, Rusia, una montaña de 5600 metros, y en invierno, junto a un grupo de españoles. También estuvo en los Himalaya varias oportunidades, donde escaló por primera vez dos ochomiles y consiguió nuevos récords deportivos, sobre los cuales tiene dos libros escritos. "Estuve tres veces en Nepal, y dos veces en Pakistán. En Nepal, en 1990, subí por primera vez el Dhaulagiri, una montaña de 8160 m. Con este ascenso me convertí en el primer argentino con éxito en el Himalaya y en un referente dentro de la comunidad de montaña. En el 93 regresé a Nepal, con un proyecto mucho más ambicioso. Fuimos con esos amigos de España a la montaña Cho Oyu , de 8200 metros, en el límite de Nepal y Tibet. Nuestro proyecto era ascender a esta montaña en época invernal. No es común ir en invierno al Himalaya. Prácticamente no va nadie. Hicimos la cumbre y con eso logré mi segundo 8 mil, y también el segundo para Argentina. Además, me convertí en el primer latinoamericano en hacer un ochomil en invierno.
Las 74 cumbres
La primera ascensión al Aconcagua fue el 14 de enero de 1897 por el suizo Matthias Zurbriggen, uno de los más grandes escaladores del siglo XIX y precursor del andinismo solitario. Entonces era todo muy salvaje, y de a poco comenzaron a llegar escaladores de todas partes del mundo. Antiguamente venían sobre todo montañistas, y era normal encontrar a la comunidad de montaña allí, en la montaña misma. Por supuesto, se escalaba con otro tipo de equipos. Pero todo eso cambió en 1983, cuando se creó el Parque Provincial Aconcagua. Poco a poco se fue comercializando, aparecieron diversas empresas de servicios al punto que cada año llegan hasta el Aconcagua alrededor de 7 mil visitantes por temporada, desde noviembre hasta principios de marzo.
"Si bien uno tiene la posibilidad de tomar o no esa cantidad de servicios, está todo muy controlado y organizado; hay servicios de mulas, de helicóptero, servicio médico gratuito, de patrulla de rescate, guardaparques, todo evolucionó. La ascensión al Aconcagua ofrece más garantías en cuanto a seguridad. Sin embargo, a los montañistas les suele resultar un poco chocante encontrarse con tanta gente haciendo trekking o el ascenso mismo, es mucha cantidad de personas. Este asedio que tiene ahora el Aconcagua permite ofrecer trabajo a muchísima gente, pero se ha ido perdiendo el encanto de transitar más libremente la montaña", señala Sánchez.
Según explica el recordman del cerro más alto del continente, el perfil de aquellos que llegan hasta el Aconcagua ya no es montañistas, sino gente que requiere de todos esos servicios, comodidades y seguridad para los que contrata un guía.
"Por supuesto que esta montaña es muy importante en Argentina y en el resto del mundo también, es muy requerida y solicitada sobre todo por los extranjeros. La ruta tradicional o normal, que es la norte -por donde van el 80 por ciento de las expediciones-, no presenta grandes dificultades técnicas, sino más bien moderadas, más si van con los guías. Por esta ruta la ascensión es bastante controlada y no hay prácticamente peligros para ascenderla. Por supuesto que hay otros factores como el clima, que pueden dificultar un ascenso, pero incluso eso está bajo control, ya que ahora hay señal hasta el campo base y se puede ir chequeando cómo viene el clima para los próximos días, y hasta eso facilita el ascenso, parece todo muy sencillo y fácil. De todas maneras, sigue siendo una montaña exigente en la que hay que estar preparado desde todo punto de vista, ya sea lo físico o lo mental. La montaña también exige mucho de uno mismo", sigue Sánchez, que para lograr su récord ascendió por cinco vías diferentes: la ruta normal, el glaciar de Los Polacos, la vía Falso Polaco, la ruta 360 grados y la pared sur, una muralla de 3 mil metros que subió junto a una expedición por primera vez en la historia.
Y añade: "En la montaña uno seguramente puede encontrarse con los obstáculos naturales propios de ese lugar, como la altura, el frío, el clima adverso entre otros, además de los obstáculos que ofrece el terreno, pero creo que el mayor obstáculo a vencer son los miedos propios para animarse a concretar algunos sueños. La naturaleza es una generadora e inspiradora de sueños, y en mi caso siempre tengo proyectos y sueños para cumplir en la montaña".
-¿Cuánto tiempo demanda un ascenso a la cumbre?
-En una expedición clásica, por la ruta Norte, una ascensión normal al Aconcagua demanda alrededor de 15 días. Hay otra ruta que es por el otro valle, al este, a través de la Quebrada de Vacas, que se demora tres días en acceder al campo base, que se llama Plaza Argentina y después se sube hasta empalmar la ruta normal. Esa ruta se llama 360 grados, porque uno entra por un valle al Este, luego sube a la cumbre, baja por la ruta clásica y sale por el Valle de Horcones. Pero al Aconcagua se puede subir también de otra forma, más deportiva. Ha aparecido gente que viene a hacer récords de velocidad y sube rápido. Yo he logrado algunos de esos récords, yendo desde el campo base a la cumbre en algo más de 6 horas y media. Después esos tiempos fueron mejorando, creo que actualmente desde la base a la cumbre está en algo así como cuatro horas. También están los que hacen otros récords, gente que sube directamente desde la ruta en un día. Salen de noche, transitan todo el valle corriendo o caminando muy rápido, llegan a la madrugada al campo base en Plaza de Mulas, suben a la cumbre cerca del mediodía y regresan otra vez a la ruta. Durísimo. Son especialistas, gente muy preparada para eso. Hay varios de esos en el país y en Europa.
-¿Qué cosas le enseñó la montaña en todos estos años?
Cuando uno transita los bellos escenarios de la naturaleza y sobre todo de la montaña, pero también el mar, los desiertos y todos los ambientes naturales grandiosos, hay un misticismo. En el momento en que estoy en esos lugares tan fascinantes no puedo dejar de abstraerme y sentir esa conexión, toda esa energía. Te brinda la posibilidad de descubrirte a vos mismo, conocer tus debilidades y tus fortalezas. También te enseña a ser respetuoso y humilde. Creo que va por ahí. La montaña es una gran escuela de vida.