Más reflexiva y menos impulsiva, se hizo cargo con solvencia de reemplazar a su abuela, Mirtha Legrand, en la TV durante la cuarentena. Dice que le gustaría tener al presidente en el programa y se defiende de las críticas: "Yo no tengo maldad"
Menudos años le llevó explicar –y que entiendan– que no pretende otra cosa que ser fiel a sí misma. La fama siempre estuvo rondando por ahí, desde la cuna, cuando irrumpió en una familia estelar, regada de personajes, historias, éxitos, Guinness y leyendas. Hija, nieta, sobrina, hermana. No vamos a decir la palabra heredera porque lo considera un desatino. Aunque sea ella, la exquisita Juana Viale , quien rockea la pandemia y se calza sobre sus hombros los programas de su abuela, Mirtha Legrand .
No le cuesta. Ya no le cuesta. No hace tanto que la chica con nombre de heroína, la que arrastró un tiempo el estigma yo, la peor de todas e improvisaba escenas viscerales, dejó de afligirse ante la injusticia del prejuicio. Estudió, se zambulló en teatro, cine y televisión, cruzó la cordillera por amor, construyó una familia armónica y ensamblada. Escaló en todo sentido, porque más allá de su carrera también sube montañas. San Carlos de Apoquindo (en quechua sureño, ramillete de hojas de coca) es un barrio ubicado al oriente de la comuna de Las Condes y sobre la Falla de Ramón, al noreste de Santiago de Chile. Allí, en medio de la precordillera, rodeada de guacayanes, quebrachos, litres y especies animales alucinantes, Juana, la no heredera, se oxigena cada tanto, confirmando que nadie le va a marcar su camino y que la libertad es su joya más preciada.
"Me gusta mucho eso de poder observar –dice–. Especialmente cuando la naturaleza se desarrolla libremente. La quietud me da mucha satisfacción. El focalizarme para llegar y luego divisar esa piedra; subirme. Terminar el ascenso es hermoso. Tomar mate en la altura. Soy muy feliz sumergida en la naturaleza. Lo mismo cuando surfeo. Porque no es el hecho de agarrar buenas olas, sino de gozar de la simbiosis con el agua. Observar el océano para adentro. La filosofía del mar".
-¿De dónde vendrá todo esto? Porque uno intuye una familia muchísimo más urbana. De reflectores en la tele y porcelanas en las tertulias de la casa.
-Bueno, puede haber una combinación. Pero es cierto que todos son más urbanos. Lo mío, no sé, es algo que tengo y que afortunadamente puedo compartir con mis hijos. Es un estilo de vida. A mí me ayuda muchísimo, porque se construye otro tipo de diálogo y se valorizan otras cosas.
-Ambar, tu chiquita grande (17), se convirtió en vegana. Además, es quien te filma en los vivos de Instagram, que tanto están dando qué hablar. Ahí hay una relación muy especial.
-Y qué voy a decir yo de ella... Es divina, muy histriónica, un ser mágico, creativo y sensible. Los chicos de hoy vienen con una cuestión de conciencia por el otro que es espectacular. Respetan a las personas, al espacio, al medio ambiente, a los animales. Pero no fui yo quien lo logró. Me parece que el mérito de mi hija es de ella. Esa conciencia es algo generacional. El tema de los reciclajes, la rebeldía ante la injusticia. Ni qué hablar de los temas raciales, tan vigentes. Aunque en realidad, nunca dejaron de existir. Lo que está pasando en el mundo es realmente una desgracia.
-¿Lo hablan en familia?
-Sí. Yo les digo que Estados Unidos es un país muy grande, que siempre tuvo problemas raciales, y que tiene políticas diferentes en los distintos estados. El tema de la pena de muerte es un ejemplo. Hay mucha población afroamericana y un odio sostenido, por momentos disimulado, que de pronto brota y hace estragos. Muy triste. Odio el racismo, desde ya. Y me parecen bien las protestas hasta que comienza la violencia. El otro día Silvestre me decía: "Mamá, ¿viste lo que pasó? Mataron a ese chico". Enseguida se sumó Alí, acotando: "Sí, es al que le apoyaban las rodillas arriba del cuello y no podía respirar...¿Pero por qué ahora rompen todo?". A veces uno se queda sin palabras. Es difícil el mundo y también es delicado educar.
-No hace mucho dijiste que a esta altura tenés cuero de chancho. Que las críticas no te llegan. En aquella oportunidad te referías a la serie Edha, que protagonizaste. Ahora el tema fue tu pregunta sobre la Villa 31.
Una mentira y juego de palabras. Yo sé perfectamente dónde queda la Villa 31, solo pregunté de quién dependía, porque están en tierras ferroviarias. Mi pregunta fue otra y se malinterpretó. Todo es así en este país. Si decís villa, te corrigen con que son barrios vulnerables. Y si después decís barrios vulnerables, te apuran con que digas villa. A mí me da igual, porque menciono ambas cosas con todo respeto. Son personas trabajadoras que habitan en un lugar donde el Estado deber estar presente y muchas veces esto no sucede. Faltan cloacas y todo el mundo lo sabe. Las viandas no alcanzan, muchas veces no llegan. Hay cantidad de gente indocumentada que no tiene derecho a este tipo de cosas.
-¿Cómo te ubicás con respecto a la cuarentena? Porque también esto genera bandos y posturas encontradas.
-Creo que las medidas que se han tomado son excelentes. Era la única forma de poder cuidar a un país de cuarenta millones de habitantes. Pero no es nada fácil que tanta gente acate esta nueva forma de vida, más allá de que es para el bien común. Pero también entiendo que tenemos la cuarentena más extensa de todos los países y que nosotros no tenemos una solvencia para sostenerlo tanto tiempo. A mí me desespera ver a los trabajadores que no pueden subsistir ni mantener sus proyectos. Ver caer negocios familiares de generaciones es tristísimo. Creo que hay que replantearse el cómo y volver a la vida. El tema del aislamiento de ciertos barrios es delicado. Es gente que viene relegada desde hace muchos años y encima, ahora esto. Tal vez sirva para que tengan más visibilidad. Hasta que no pasó esto nadie sabía que Villa Azul está entre Quilmes y Avellaneda. Que se armen protocolos. Hay que empezar a rediseñar la vida.
-Volviendo a las críticas y hablando de rediseñar vidas, ¿cómo lograste salir del círculo de las cizañas?
-¡Cizaña! Qué palabra.
-Y sí: es meter recelo o discordia entre dos o más personas. También se trata de una planta gramínea de granos tóxicos muy común en los prados, que impide el crecimiento de los cereales. En síntesis: la cizaña es el mal.
-Te da bronca, porque es muy fácil hablar desde el anonimato, desde los seudónimos, con una foto falsa y cuentas inventadas. Es muy fácil juzgar, hablar, apuntar. Yo lo que puedo decir de mí es que aprendí. Y es un camino muy cuesta arriba que, además, aconsejo practicarlo. Es el no juzgar. Porque si lo hacés, caés en el lugar más chato y bajo que puede existir. Ponerse en el lugar del otro engrandece a la persona. Yo hoy tengo un canal de aire y podría usarlo para salir a defenderme de ciertas cosas. Y no lo hago.
-¿Por qué?
-Porque no me interesa. Porque lo que digo, lo digo desde un sentimiento ciento por ciento auténtico y genuino. Yo no tengo maldad. Me puedo equivocar mil veces. Por otra parte, me parece loable no saber ciertas cosas. Lo de la Villa 31 fue una chicana que me hicieron. Pero suponé que no sabía dónde quedaba. ¿Qué? Si yo no vivo en Capital. ¿Acaso todos los porteños conocen los nombres de las villas del conurbano? Hay críticas que uno sabe de dónde vienen, y bueno... Me quedo con las cosas lindas que me están pasando. Yo me enfoco en disfrutar, leer. Hago de todo.
-¿Tenés técnicas para mantenerte en eje? ¿Chamanes, tambores, cuencos, terapia, meditación?
-Tengo todo [suelta una carcajada]. Muchos amigos de todos los rubros. Mis momentos de meditación, que son sagrados, y mucha lectura. Tengo mis brujitas y brujitos.
-En medio de la pandemia, reemplazando a tu abuela, viviste la muerte de su melliza, tu tía abuela. Un doloroso golpe familiar y vos tuviste que apechugar el momento frente a las cámaras. ¿Pánico, técnica, improvisación? ¿Cómo lo resolviste?
-Fue una situación muy delicada, claro. No fue una tragedia, porque Goldita era una persona grande. Lo triste fue no poder despedirla como lo deseábamos. Eso es espantoso. Yo a mi abuela todavía no la veo.
-¿Cómo se comunican? ¿Te hace devolución de los programas?
-Hablamos por teléfono, nos mandamos videos, audios. El contacto es constante. Mi abuela se enganchó con la tecnología, es híper moderna. Siempre se aggiornó a todo, así que solo puedo decir ¡chapeau! Con respecto a los programas, me llama siempre antes, ya que grabamos los dos juntos para no tener que movilizarnos dos días seguidos. Estamos haciendo eso para cuidar al equipo, más allá de que trabajamos con todos los protocolos. Los sábados a la mañana hablamos y ella conoce perfectamente todos los invitados. Después, cuando salgo a la tarde, tipo 19.30, charlamos camino a casa. Yo termino cansadísima porque tengo que tener un nivel de concentración enorme. Son dos programas seguidos con invitados importantes. Hay que estudiar, seguir el ritmo. Es una etapa especial, con mucho infectólogo, políticos. Siento que estoy haciendo un máster.
-Hablás de cansancio pero estás imparable en redes con Las recetazas de Juana, Mesaza en casa y Sesiones. Todas ideas de Story Lab, la productora de tu hermano Nacho. ¿Cómo surgió?
-Bueno, como decís, fue una idea de mi hermano y su socio, Diego Palacio. Empezamos tímidamente y cuando quise darme cuenta, estaba equipando mi casa con una tecnología que no tenía. Ámbar me hace la cámara y temas técnicos que yo no manejo. Y se engancha un montón de gente en los vivos. Es muy lindo lo que está pasando.
-Cocinar a cuatro manos con Mauro Colagreco, Fernando Trocca, Pablo Massey y demás, de manera virtual. Ellos en su cocina, vos en la tuya, que además está equipadísima. ¡Esa Juana no la teníamos!
-Me gusta. Siempre cociné y con la cuarentena no solo no paro, sino que tampoco repito menú. La mía es una familia en la que siempre se comió rico.
-Tenés todo el backup francés de los Tinayre. Tu abuelo era un sibarita.
-Sí, dicen que salí muy francesa en mis gustos, mi forma de ser. No puedo comprobarlo. Pero claro que me gusta y algo hay. Tengo una personalidad muy marcada que tal vez viene por ese lado.
-¿Hablás de los famosos enojos?
-No, para nada. Y ahora, menos. Todos en mi familia tenemos mucha personalidad. Mi carácter es una combinación de las mujeres fuertes de la familia, pero la realidad es que uno va creciendo y modifica distintos accionares. Mi padre también me enseñó mucho. Aprendí a ser más calma y contemplativa en un sinfín de cosas. Ya no soy tan chispita y me juega a favor que soy cero rencorosa. Nunca lo fui. Si tengo algún asunto pendiente con alguien o me hacen algo de mal gusto, enseguida se lo hago saber. Necesito exteriorizarlo y no de forma indirecta. Yo soy de las que van y hablan. O mando un mensaje. No puedo quedarme con algo adentro.
-Tuviste grandes rounds con periodistas...
.-No me van los programas amarillos, chimenteros o como se llamen. Y por ende, casi no tengo vínculo con esa gente. Por supuesto, no generalizo, pero hay personas que las tengo totalmente anuladas. Son seres humanos con demasiadas emociones negativas. Ya la vida se va a encargar. Yo no soy nadie en este mundo para adoctrinar ni ejercer venganza, pero creo que la vida es excelente en eso.
-Todo lo contrario a la filosofía de Renata, el personaje que interpretaste en Malparida. ¡Hiciste muchas malditas!
-Por suerte, no soy yo. Me divertí mucho haciendo esos papeles. No me dan miedo.
-¿Qué sombras te inquietan? Bah..., miedos. Ya que estamos en tema.
-La verdad es que no soy miedosa sino todo lo contrario. Yo me siento muy protegida por fuerzas y energías. Y tengo mucha calma. No me siento invadida por pensamientos que me puedan atormentar. Si el día de mañana debiera pasar por alguna situación desagradable, creo que también aprendería. No me aterraría con el por qué, ya que estoy convencida de que el miedo enferma más.
-¿Tenés algún sueño loco? Ejemplo: Susana diciendo que le gustaría comprar tierras en África para curar chimpancés.
-Ah, sí. Yo lo haría, pero acá. Me gustaría comprarme el norte de Argentina para preservar los bosques nativos y las especies que viven ahí dentro. Me desespera el tema. Están deforestando El Impenetrable. Yo no entiendo cómo se puede permitir que desaparezcan lugares de la tierra como si nada. Siento que siempre nos han educado con esto de la extinción de los animales de afuera: elefantes, cebras, jirafas y rinocerontes. Pero nosotros tenemos nuestros tapires, yaguaretés, osos hormigueros, aguará guazú. Deberíamos revalorizar nuestras tierras. Qué lindo sería poder llenar el país de parques nacionales y que eso también sea una fuente de trabajo.
-¿Qué te generan los políticos?
-Pienso que más que decir deben hacer. La realidad es que el tema de la grieta me agota emocionalmente. A mí me cuesta ponerme en una postura de un lugar político. Y tengo amigos, incluso familia, con miradas radicales, opuestas. Nos tenemos afecto, existen discusiones increíbles, pero no pasa nada. La Argentina me duele como a todos, independientemente del gobierno de turno y de esta pandemia. Porque el país es maravilloso y no puede ser que cueste tanto. Yo intento educar a mis hijos con mucha libertad para que ellos elijan. Pongo mi granito de arena, dialogo y no tengo enemigos. Me duele muchísimo pensar que uno puede enemistarse con alguien querido por pensar diferente. Siempre quieren dividir.
-Bueno, el quedate en casa también divide.
-Para mí, ver al presidente con Larreta, juntos, fue una imagen ejemplificadora.
-¿Invitarías a Alberto Fernández a tu mesa?
-Sí, me encantaría. Sería muy grato para mí. Es la primera persona que quisiera sentar en mi mesa para hablar de todo lo que está pasando. Qué mejor que poder charlar con el presidente, el responsable máximo, el que ejecuta los DNU, el que sabe cómo están los barrios de todas las provincias. Veo que es una persona que tiene diálogo con todos los gobernadores y está muy alineado. Me parece que está haciendo un trabajo muy bueno. Tenerlo en la mesa sería un desafío enorme. Por supuesto que me pondría muy nerviosa, pero bueno... Es natural. No soy mi abuela, que tiene más de cincuenta años de programa y todo le fluye naturalmente. No es fácil plantarme ahí, y si me ven relajada, es porque seré buena actriz.
-Tema aborto legal, seguro y gratuito. ¿Ahí sí tenés postura?
-Yo creo que el tema del aborto no es una cuestión feminista, sino un derecho que tenemos las mujeres para evitar que sigan existiendo tantas muertes. Es innegable que el aborto ilegal existe desde siempre y los métodos para interrumpir ese embarazo dependen, lamentablemente, de la economía de la mujer que va a abortar. Yo creo que la palabra es fuerte, asusta. Pero hay que ponerse en el lugar del otro y, desde ya, nunca juzgar. La ley del aborto legal, seguro y gratuito no es para abortar más, sino para que mueran menos mujeres. Y también debe existir de parte del Estado un apoyo de educación sexual para prevenir embarazos no deseados.
-Decís que ya no estás chispita, pero mucho no te gusta cuando hablan de la heredera o señalan a la familia como la realeza argentina.
-Es que es raro, me da vergüenza. Los chistes van y vienen, no pasa nada. Pero la República Argentina es un estado federal, acá no hay monarquía. Y mi deseo siempre tiene que ver con la igualdad. Me divierte montarme para el programa. Uso los súper vestidos, las joyas y todo. Pero después soy Juana. Esta que ahora mismo, a cara lavada, tiene que ponerse a hacer la tarea con los chicos, dar una vueltita por la huerta y pensar qué se come hoy a la noche.
-¿Conviven con el novio arquitecto [Agustín Goldenhorn]?
-No, no.
-Hace unos días dijiste que tal vez te animarías a una boda, una fiestita, una bendición...
-¿Por qué no?
-¡Qué éxito resultó esa cita a ciegas!
-Totalmente. No teníamos idea. Yo no sabía con quién me iba a encontrar y él tampoco. La verdad es que estoy en un momento muy lindo. Crié tres hijos, me llevo bien con mis ex. Y ahora tengo una pareja que no pertenece a este mundo [del espectáculo], con quien soy feliz hablando de espacios, croquis y demás. La arquitectura me encanta porque es crear vida. Es un mundo que me fascina. A lo mejor lo heredé de mi abuelo materno. El era casi arquitecto y tenía un talento enorme. De hecho, los estudios Baires, donde funciona Polka, fueron creados por él.
-¿Te ves con un cuarto hijo?
-Ay, no sé...Además, pensar esto en cuarentena me resulta muy difícil.
-Contaste que fuiste muy fumadora, al extremo de buscar colillas usadas ante la falta de insumos.
-Tremendo, sí. Pero por suerte pude liberarme de eso. Hace bastante que lo dejé.
-¿Sos vegetariana?
-Sí. Mi dieta es súper orgánica. Me refiero a que consumo lo que mi cuerpo necesita y no me privo de nada. Yo sé escucharme y me respeto. Hay días que necesito tomar muchísima agua y otros que no lo deseo y tomo poco y nada. Qué sé yo... Prefiero alejarme de las harinas, pero de pronto, mucho más en estos tiempos de encierro, me pongo a amasar unas pizzas y panes divinos. Si me dan ganas, acciono. Porque también me da placer hacerlo. Tengo la huertita en casa, así que mis hits en la cocina son platos con verduras. Pero soy amplia y curiosa. El otro día cociné con Máximo Cabrera, que es un cocinero investigador especialista en cocina viva y enzimática basada en vegetales.
-¿Qué te falta?
-Nada. Me considero una persona muy bendecida. Creo que son tiempos para no mirar para otro lado. Conducir el programa de mi abuela me ayuda mucho, porque me obliga a empaparme aún más en la realidad. No es nada fácil entrevistar a cuatro personas a la vez, cada uno con su historia de vida y carrera diferentes.
-Además, vos no mirás televisión, a diferencia de Mirtha, que no se pierde una.
-Por eso estudio como loca y me concentro mucho. Por otra parte, tengo un equipo de producción que es genial. Mi abuela es mi abuela. Yo no tengo el entrenamiento de tantos años y hay cosas de la vida privada de la gente que no sé. Pero así como no me gusta que se metan en la mía, yo respeto al otro. Intento ser lo más honesta posible.
-¿Qué extrañás?
-Los abrazos y un montón de cosas simples, como le pasará al resto de la gente. Si me pongo nostálgica, puedo pensar en las tertulias post teatro y algunos rituales de mi vida en Chile. En febrero estuve por ahí por un proyecto de una serie. Pasé años súper felices allá y conservo muchos recuerdos. Además, mi obra de teatro, La sangre de los árboles, se gestó ahí. Gonzalo [Valenzuela], mi exmarido y padre de los chicos, vive allá. Y ahora, con las fronteras cerradas, es complicado, porque no puede verlos. Se extrañan un montón; es duro. Pero yo trato de ponerle onda. Y digo onda, palabra que parece liviana, como para no caer en el dramatismo. La situación no es agradable, pero hay muchísima gente que la está pasando peor.
Estilisimo: Lucía Uriburu. Asistente: Malena Gandolfi. Pelo: Cris Sepulveda. Make-up: Mauro Cataraín. Agradecimiento: Mènage á Trois, Valentina Karnoubi (www.valentinakarnoubi.com.ar), Min Agostini, María Pryor, Javier Saiach, Benito Fernández, Etiqueta Negra y Jessica Kessel. joyas de Jean-Pierre
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